lunes, 16 de mayo de 2011

Ayer olvidé el día del maestro



Jugábamos con las cajas de cartón que dejaba el almacén de mis padres. Las alineábamos y nos sentábamos cada uno con su “pupitre” a escuchar a la “profesora”. Por lo general era una “profesora gritona” y armada de una regla que usaba para castigarnos por no hacer las tareas. Nos divertíamos molestando, hablando, riendo y haciendo todo lo que en el salón de verdad, en el pupitre de verdad, no podíamos hacer.




Éramos diez niños de tres familias diferentes y cuando llegábamos del colegio almorzábamos rápido para poder jugar al fútbol, a las escondidas, estatua, yermis o el juego del momento. Cuando llovía veíamos televisión juntos



A veces sólo hablábamos. Tirados en el solar de la casa en medio de las matas de maíz contábamos nuestros días, nuestros sueños, nuestras nuevas mentiras ,nuestros triunfos, nuestros futbolistas favoritos o el último capítulo de Centella.



Yo no decía  qué quería ser cuando grande. En secreto a mi me gustaba el juego de las cajas; ser maestra, enseñar. Cuando me tocaba ser “la profe” yo sacaba la enciclopedia “El nuevo tesoro de la juventud” y la repartía entre mis amigos. Eran 20 tomos que después me tocaba organizar en la biblioteca. Leíamos cuentos. Mirábamos las fotografías y los dibujos y nos olvidábamos del juego de la profesora y los estudiantes. Me gustaba escuchar cuando alguien emocionado decía “yo no sabía que” y a continuación nos leía el dato que había encontrado. Todavía hoy siento alegría cuando un estudiante me dice lo mismo: ”Profe: Yo no sabía que” y escucho con atención porque tal vez yo tampoco sepa que…

Ayer olvidé el día del maestro.Tengo la excusa de dos semanas tensionantes vital y profesionalmente. Sin embargo, en la madrugada recordé mi juego favorito,mis amigos de la infancia,mis hermanos y la alegría de aprender juntos.Creo que lo que hice con mi vida fue prolongar esa felicidad al escoger ser profesora.Esta vez sólo quiero decir esto tan sencillo: enseñar me hace feliz.
Feliz día para los maestros.

lunes, 2 de mayo de 2011

Instrucciones para caer en la desesperanza







A esta mujer de 78 años la han desvestido y ahora la han internado en una habitación. Allí, debajo de una sábana asiste a la parafernalia de cables y agujas que entran y salen de su cuerpo. Las personas  que la rodean no le hablan, no la miran, sólo le dan instrucciones “levante el brazo, corra la cadera, cierre la mano”. La mujer está avergonzada. La desnudez no es su costumbre. Está sola , asustada y enferma y no sabe nada del mundo exterior. Su familia, su esposo están allá afuera, en mitad de la madrugada esperando saber algo y ella no sabe nada. Se arma de valor pregunta y la enfermera le dice “no sabemos hay que esperar a los resultados de los exámenes”



La familia (un esposo y tres hijos) estan en los pasillos blancos de una construcción aséptica. Nadie les da información: No saben. En las paredes no hay avisos, guías, instructivos. ¿Horario de visitas? : No sabemos. ¿Procedimientos para conocer el estado del paciente? No sabemos. ¿Teléfono de la clínica? No sabemos. (No existe ni siquiera en el directorio donde se puede leer la dirección pero no hay teléfonos). Es el siglo XXI pero no parece.



En el tratamiento de pacientes graves hay un protocolo a seguir. Es indispensable que estén desnudos porque desvestirlos demora los procesos de atención en caso de una emergencia. Deben recibir pocas visitas pues la exposición a emociones fuertes es un gran riesgo. Las visitas no pueden llevar aparatos electrónicos, metálicos o que funcionen con pilas pues su cercanía con los aparatos médicos puede alterar las lecturas de los mismos.No se cobija en extremo al paciente porque el frío es importante para controlar casos de tensión arterial, Las visitas deben lavarse las manos antes y después de salir de los pabellones de urgencias para relativizar el traslado de bacterias y virus. Estas son las razones para las restricciones pero no hay una sola palabra escrita,o un protocolo médico que informe a los familiares y a los pacientes acerca de los motivos por los cuales son tratados así.



La mujer de 78 años ha pasado cinco días desnuda, cinco días a merced de “lo que quieran hacer con ella” no sabe por qué su cuerpo se está llenando de moretones (la razón es que le han aplicado una droga anticoagulante) Está asustada, aún no hay un diagnóstico, los aparatos que pueden hacer los exámenes especializados son escasos en la ciudad y hay que esperar el turno y continuar en la incertidumbre. Los médicos no hablan con ella. Hablan frente a ella con uno de sus hijos y le cuentan a él un parte médico impersonal, técnico, pero hablan frente a ella como si fuera un automóvil descompuesto, no como si fuera una persona de 78 años, dueña de sí, fuerte, decidida, formada. El médico ve a una anciana desvalida (claro la está viendo desnuda, callada, débil).



Por fortuna la mujer no ha leído a Kafka. Si algún día se encuentra con “el castillo” se sentirá identificada con el personaje principal. Su hija mayor ha leído a Kafka y ahora entiende la pasividad frente al absurdo. Su hija, en las noches de insomnio se ha preguntado si será que sólo en Colombia los pacientes de clínicas y hospitales son tratados como ovejas, si sólo en este país la dignidad de las personas desaparece cuando se enferman y nadie les entrega información. Si el dinero que se ha desviado (léase robado) y el dinero invertido en armas (léase robado) no bastaría para que cada clínica y hospital tuviera aparatos para poder hacer estos exámenes.



La mujer, más sóla, más desnuda, mas fría y más triste se está enfermando cada día. Su tensión arterial sube porque su frustración es mayor, los exámenes no se han realizado, los aparatos están escasos, no hay turno, los moretones se extienden, la frustración crece; la angustia y la indignidad aparecen. En estos días ella ha visto cómo sus compañeros de sala lloran, protestan salen desnudos al pasillo ( a las tres de la mañana la paciente de la habitación 18 ha salido desnuda gritando “así es que me quieren ver vengan desgraciados a verme desnuda ya que no quieren darme una bata” Las enfermera la han controlado pero nadie le ha explicado por qué “la tienen“ desnuda) . Ella ha llegado a la conclusión de que no es nada, nadie la mira, nadie le habla, sobre todo, nadie le informa lo que hacen o no hacen con su cuerpo, ni siquiera su cuerpo es ahora suyo. La levantan las cinco de la mañana la bañan, le dan de comer a las seis, la limpian .La mujer que invirtió toda su vida en la autonomía, en la libertad, ahora ha caído en un campo de silencio e indiferencia, es un cuerpo enfermo, pero no una persona.

En uno de los pasillos de espera la hija mayor se encuentra con una excompañera de colegio que ahora es médico. Dos minutos despues del saludo vienen las preguntas y las respuestas ¿Por qué no escriben los horarios de las visitas? Porque la gente no lee, ¿Por qué no le dicen a los pacientes el motivo de la desnudez y de los protocolos? Porque la gente no escucha, ¿Por qué no hay un teléfono para llamar a la clínica? Porque no hay dinero para pagar la operadora y porque la gente llamaría pero no vendría a visitar a los pacientes, ¿Por qué no hablan los médicos con los enfermos? porque no nos han enseñado a hacerlo, no sabemos cómo.

De nuevo el camino hacia la desespenza está empedrado de una alfabetización incipiente.La hija suspira.Ha comenzado a tener un leve dolor en el costado.