miércoles, 6 de febrero de 2013

Leer con escafandra





Frente a las cifras preocupantes sobre el analfabetismo funcional de nuestros estudiantes cada vez es mas frecuente escuchar, entre compañeros profesores, la idea de que nuestros jóvenes sí leen y que lo hacen en pantalla y no en papel como lo hacíamos antes. Esta afirmación es cierta y al mismo tiempo no lo es. El asunto es determinar qué es la lectura y para qué la usamos. Tal vez así logremos dilucidar en qué parte del proceso de enseñar a leer estamos fallando.



Existe una lectura recreativa. Muchas personas utilizamos la lectura como pasatiempo, como fuente de placer y diversión. De este tipo de lectura están llenas las pantallas. Los jóvenes leen cada día miles de páginas electrónicas con contenido diseñado para el entretenimiento. Igualmente, se leen muchas páginas dedicadas a los libros y reflexiones de autosuperación. Las páginas y sitios de videos más visitados son los relacionados con la farándula. El presidente de Estados Unidos tiene menos seguidores en Twitter que la cantante Shakira o que el jugador Cristiano Ronaldo. En este sentido, quienes afirman que los jóvenes si leen tienen algo de razón.



También existe una lectura informativa. Millones de personas en el mundo leen periódicos, revistas y magazines con el fin de informarse. Los periódicos del mundo están virando hacia el formato electrónico y hoy en día, sólo los tabloides de corte amarillista se pueden dar el lujo de mantener tirajes en papel. Hay muchas personas cuya única y exclusiva lectura es el periódico y esto les brinda la posibilidad de saber qué pasa en el mundo. Claro que esta información está mediada por la posición política del diario que lean. La lectura de noticias en internet genera una democratización de la información y a la vez un riesgo debido a la simultaneidad que genera equívocos y malas interpretaciones y a la circulación de mensajes no verificados, como el reciente caso de la foto del presidente Hugo Chavez que generó al diario el País de España millones de criticas por la ingenuidad con la que aceptó coo cierta una imagen falsa.



Por último, existe la lectura para el estudio y el aprendizaje. En el momento en el que inventamos la escritura fundamos la posibilidad de estudiar. Nuestra escuela actual basa su estructura en la capacidad de leer y escribir. El mundo escolarizado se enfrenta, día a día, a libros, textos y páginas escritas con el objetivo de enseñar, argumentar, exponer, debatir, caracterizar. Este tipo de textos requieren de un lector crítico, dispuesto a la relectura y capacitado para leer entre líneas y para descubrir, como lo afirma Daniel Cassany, el “detrás de las líneas”, es decir, las posturas ideológicas de lo que lee. Este tipo de lectura tiene como objetivo la comprensión profunda de lo que se lee para poder aplicarlo en la solución de problemas y en la conformación de conceptos.



Ahora que hemos hablado de estos tres “tipos” de lectura podemos revisar si la frase “los muchachos de hoy si leen pero lo hacen en pantalla” es válida para el contexto escolar.



¿Qué tipo de lectura debe fomentar la escuela? En principio, deberíamos afirmar que las tres. La lectura recreativa tiene un papel importante en la conformación de la personalidad y la individualidad y el uso del tiempo libre, la lectura informativa permite la participación en la vida social y en la vida política y la lectura de estudio vehicula la educación de las nuevas generaciones. Sin embargo, Surge una pregunta. ¿hacia dónde deben dirigirse los esfuerzos de la escuela y de sus programas de fomento de la lectura?





Creo sinceramente que aquí es donde se encuentra el nudo gordo del asunto. Si bien la escuela debe fomentar la lectura recreativa e informativa en su currículo invisible, es decir, en su programa de formación, su compromiso mas fuerte debe estar en formar lectores para la lectura académica, teórica, racional, lógica y científica. Es decir una lectura formativa que se incentive dentro de las aulas.



Y no se trata de nuevos programas de promoción sino de revisar los actuales programas de Castellano, ciencias sociales, ciencias naturales. La falta de claridad en lo que significa leer y para qué usamos la lectura ha generado que nuestros cursos de Castellano se orienten exclusivamente a formar lectores para la recreación y el placer. Enseñamos a leer por medio de la literatura y olvidamos la importante lectura de los textos científicos, filosóficos y argumentativos, olvidamos que la ciencia también se lee. Nuestros estudiantes deben ser educados para analizar, comparar, argumentar, discernir, inferir, proponer. Estas actividades de orden superior deben ser guiadas por el profesor que desee que sus estudiantes buceen en el texto, que lo comprendan.



No se trata de que entreguemos a nuestros estudiantes la teoría que hemos aprendido en la facultad , se trata de que hagamos de esa teoría nuestro punto de partida para enseñarlos a profundizar sus lecturas a ir mas allá de lo referencial. Este es un trabajo arduo, difícil, a veces, repetitivo, pero es el trabajo que hace la diferencia entre un lector y un analfabeta funcional. La escuela no necesita más programas de promoción de lectura, necesita profesores mas comprometidos con la formación de lectores críticos, analíticos, propositivos. Hay que retomar la lectura de ensayos, de textos científicos y filosóficos y, también, de literatura de calidad y no de textos de autoayuda. El objetivo del profesor no es el de divertir a los estudiantes. Su objetivo es uno solo: Enseñar.



En este momento, con las condiciones críticas que hemos descubierto en cuanto a nuestra habilidad lectora, los programas de fomento a la lectura no pueden dirigir todos sus acciones a la lectura recreativa. Hay que comenzar a meterle el diente a la lectura para la comprensión. Si no lo hacemos, algún día, cada vez más cercano, tendremos miles de jóvenes que le crean con fé ciega a toda la información que encuentran en internet y que estén dispuestos a tomar decisiones trascendentales basados en esa información.