La señora Martha,
profesora de geografía, mira mi mapa de Europa.
Es un calco en plumilla bordeado de sombra azul.
La tarima en la que está su escritorio
Es tan pequeña que yo estoy a la orilla
pendiente un píe.
Mi recordada profesora toma el mapa y lo rompe,
arruga los pedacitos semitransparentes.
El calco no es exacto al original.
He agregado algunos trozos de continente y he
obviado istmos, islas y cadenas montañosas.
Si ahora, 32 años después, la profesora
Comparara mi vida con la de ella y con la de mujeres de bien
que debí calcar, también la arrugaría y trozaría:
He agregado algunas malas costumbres, palabras, gestos
y una que otra lectura indebida.
He cambiado el norte y el sur y mis ríos
no siempre han desembocado en el mar.
También bebo copitas de vino y jóvenes salivas,
Trasnocho o no duermo, escribo, no tengo hijos
y jamás subo a una tarima de maestro
ni para aprender ni para enseñar
Martha Fajardo Valbuena
Muy bonito... percibo un poco de nostalgia amarga (solo un poquito, de la que sentimos cuando recordamos cosas no muy agradables), pero también un poco de osadía eheheh
ResponderEliminarlo escribí hace cuatro años.La maestra existió y tambien su costumbre de romper mis mapas, tambien la torpeza mía para calcar.
ResponderEliminarUn amargo recuerdo hecho un hermoso suspiro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un mapa en sí mismo, que se hizo sin calcos... Gracias por tus textos.
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