Deber cumplido
Por: Martha Fajardo Valbuena
“El mundo es un lugar lleno de porquería,
si encuentras la belleza tienes
el deber de
defenderla”
Tsui Hark. (Qi Jian)
Siguiendo
el consejo de su maestro, desde muy joven, Gsui, el guerrero, buscó una causa
para defender. Emprendió un largo viaje al sur. Vio las rosas azules de Kamhuja
entre la niebla de la madrugada. Rozó los pezones de una quinceañera en las
tierras de Zimlapur. Probó el veneno convertido en manjar en los campos de
Xloa. Apreció el olor transformado del ámbar en las calles de Daris. Escuchó
las ciento treinta y tres voces de la ópera de Kiena y lloró.
Con
el tiempo, Gsui paró su búsqueda y se estableció en una aldea sencilla; su
espada no encontraba razón para la guerra. Los amaneceres, el vaho tibio de los
animales y el saludo de sus vecinos fueron para él la belleza encontrada.
Descubrió que no era su deber defenderla pues no le pertenecía y no aspiraba a
poseerla. Una mañana, antes de cumplir los treinta y siete años, se arrodilló
frente a su casa, desenvainó la espada y salvó a la aldea aniquilando al hombre
de guerra que en él habitaba.
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