miércoles, 23 de marzo de 2011

En este país es mejor ser un French Poodle que un niño pobre, en este país es mejor ser un cantante adicto que un juez honesto.

Ayer mataron a la jueza Gloria Gaona, una mujer que, como muchas otras, murió por ser parte de un sistema en el que cuando un juez es eficiente sale más “económico” matarlo para no arriesgarse a que cumpla con su deber e imparta justicia.


Dice la prensa: ”el país está conmocionado con el asesinato de la jueza” Yo no creo. A nosotros no nos conmocionan muchas cosas, tal vez la copa América, una lechuza muerta, la última enfermedad de Diomedes Díaz, pobrecito muchacho. Pero la muerte de una jueza que llevaba el caso de unos niños campesinos violados y asesinados no nos conmueve. Como tampoco nos impacta que ese proceso se haya dilatado en el tiempo y aún hoy no sepamos si habrá justicia para el violador y asesino.

Yenny, Yimmy y Jeferson siguen en sus tumbas ya degradados y olvidados. Son tres niños campesinos que, con el tiempo, sólo recordaremos unos pocos. Aunque ellos revivan día a día en las carnes de otros niños violados y maltratados que no tienen voz ni presencia y que a nadie le importan, porque en este país es mejor ser un French Poodle que un niño pobre.

Ni qué decir de Gloria Gaona que entrará a la lista gigante de jueces que “por meterse a eso” murieron. Porque lo que en realidad piensa la mayoría es que “claro, como era jueza, eso le pasa por escoger esa profesión en este país tan violento, quién la manda, para qué da papaya”.Esto es lo que hemos aprendido a punta de bala y violencia; que es mejor quedarse callado, escuchar música, fingir que somos felices y vivimos bien, no protestar por nada.

La jueza entró en el mundo de lo que no conocemos y espero que para ella haya algo amable del otro lado de la vida. Deseo de corazón que quien la asesinó sea capturado y encuentre otro juez o jueza dispuesto a hacer justicia, a pesar de este país que no comprende el concepto de ley y de democracia y que no cuida ni a sus niños ni a los encargados de velar por sus derechos.

martes, 15 de marzo de 2011

De nuevo Godzila ataca a Japón

Cuando era niña y la televisión era en blanco y negro me divertía viendo las aventuras de Ultraman. Era un héroe japonés que salvaba a las ciudades de innumerables monstruos, casi siempre reptiles gigantes. Luego vino la fiebre de Godzila y cuando crecí me pregunté por qué los japoneses siempre pensaban en sus ciudades cercadas por la destrucción y el caos.

En una tertulia sobre Japón y la segunda guerra mundial aprendí que Godzila es la representación del miedo japonés a las bombas atómicas. Godzila es un dinosaurio mutante producto de la radioactividad, él es la encarnación del poder destructivo de la energía atómica.

Los japoneses han mantenido una relación ambivalente tanto con Godzila como con la energía atómica. A veces Godzila es bueno y salva la ciudad, a veces la destruye. Lo mismo pasa con las plantas nucleares que abastecen a Japón. Son su casi exclusiva fuente de energía, pero son su mayor riesgo y las causantes de sus mayores dolores.

La paradoja ronda el drama de la emergencia nuclear de esta semana. Por un lado las plantas se están acercando a la fusión por no tener energía para activar los sistemas de refrigeración, pero son ellas las que producen la energía y como están dañadas no se puede recurrir a ésta para poner los sistemas en funcionamiento. Al tiempo el gobierno japonés trata, por todos los medios, de mitigar las consecuencias de la emergencia nuclear. Ellos saben que se podría producir un gran desplome de las bolsas mundiales y de la economía japonesa: Una economía que se asienta en la energía nuclear.

Ya todos lo sabemos. La riqueza de un país depende del manejo de la energía. Si la energía es contaminante y poco estable, la economía será igualmente contaminante e inestable. No hay energía mas peligrosa que la nuclear y, en ese sentido, no hay economía más frágil que aquella que basa su industria en ella.

Así los comisionados de energía nuclear de los países aseguren que ésta es una energía segura esto no es verdad. Jamás lo ha sido. El cambio climático empeora las condiciones para las plantas de energía atómica. Los tornados más fuertes, los ciclones, tsunamis, las lluvias y las sequías serán cada vez un factor de riesgo con el que ninguna estructura diseñada por el hombre podrá estar a salvo. Hay una lección que debemos aprender: La naturaleza es más fuerte que el hombre y que todo lo creado por él.

lunes, 7 de marzo de 2011

Colombia: El país de los simulacros



Con el panorama de simulacros y engaños que es frecuente en el país que habito me pregunto si la inteligencia de mis conciudadanos está decreciendo o es parte de una lógica que necesita mantener a raya la capacidad para dudar y para ser escéptico frente a las realidades que parecen pero no son.

Vamos a partir de la siguiente premisa: diremos que el engaño y su sofisticación son directamente proporcionales a la inteligencia del engañado. En consecuencia, un engaño burdo y ramplón es digno de una inteligencia incipiente y un engaño de gran elaboración, implica una inteligencia desarrollada. Así las cosas, a mayor inteligencia mayor dificultad para engañar.

No se trata solamente de los estudiantes que simulan estudiar cuando lo que realmente hacen es trabajar para sacar una nota y luego desechan la información, o de los maestros que omiten su compromiso con la formación y se conforman con que los estudiantes parezcan felices, cómodos y satisfechos, como si la satisfacción, entendida como alegría, fuera un indicador de aprendizaje. O más aún, de los padres que creen que con dos regaños por semana y un poco de dinero ya están formando a una persona y prefieren desentenderse de su compromiso con la vida de sus hijos. O para seguir, no se trata solamente de los colombianos que viven un mundo en guerra pero declaran frente a las encuestas que son felices porque prefieren olvidar y negar para poder vivir en el presente y no salir corriendo de este “Comala” tropical.

Se trata de los gobiernos que, durante años, han sido los principales hacedores de simulacros ramplones que sólo se sostienen porque no estamos educados para descreer. Este es el país del engaño. Con tal de lograr el objetivo, que casi siempre es dinero o alguna prebenda, los gobernantes inventan Falsos Positivos, Falsos auxilios para el agro, falsas desmovilizaciones, falsos contratos, falsas entregas de narcos y paramilitares, Falsos asesinatos para cobrar recompensas, falsas noticias, falsas e ilegales reformas; cifras falsas que generan falsos indicadores. En Colombia el simulacro es un modo de ser y está legitimado como tal.

Pensemos en un presidente que se inscribe en el protocolo de Kyoto y simula unas plantas que producirán bio combustible y en su actuación incluye cultivadores de caña de azúcar que invierten su dinero en cultivar todo lo que supuestamente les comprará el gobierno para la producción de gasolina verde. Hay discurso, cámara, invitados elegantes, internacionales, empresarios circunspectos. Doce meses después la planta que recorrieron las cámaras está desmantelada, la caña tuvo que ser convertida en panela y los sembradores están arruinados .El país continúa con su emisión de CO2 y nada ha cambiado.

Es una imagen que parece parte de una película pero no de la realidad. Sin embargo, es real y sucede a diario, ya sea con ejércitos que disfrazan a personas con el uniforme del enemigo para subir las cifras de las bajas, o de criminales que planean falsas bajas para cobrar recompensas. A diario nos enfrentamos a la mentira, una mentira que deja ver sus costuras, que no está elaborada y no lo está porque al colombiano es fácil engañarlo porque el colombiano es crédulo y está acostumbrado a ver televisión y allí la imagen domina el panorama de lo verosímil.

Estoy convencida de que el sistema educativo hace el juego a todo simulacro vivido en es este país. Cuando un maestro no forma lectores, cuando los gobiernos y sus ministerios no organizan planes serios para la formación de las inteligencias. Cuando lo importante es la cobertura y no la calidad, cuando el papel del maestro deja de ser el de enseñar y se desplaza al de divertir y retener estudiantes. Cuando la teoría y la práctica van una para el oriente y la otra para el occidente, sólo se logra una manada de personas que siguen las pautas de la farsa.

Colombia ha sofisticado la maquinaria para producir simulaciones. El televisor y los noticieros convierten día da día engaños en verdades, banalizan lo importante y hacen importante lo banal. Mientras tanto, las cifras siguen en lo suyo. Un libro por año es lo que supuestamente leemos los colombianos .Yo pienso que esa cifra está acomodada. Hay colombianos que no leen ni siquiera un libro por año, pero la estadística suele dividir resultados por número de habitantes y ahí comienza la mentira. Una mentira que maquilla una conveniente verdad: A los colombianos es fácil meternos los dedos a la boca porque no somos buenos lectores y no hay que esforzarse mucho para engañarnos.