lunes, 7 de marzo de 2011

Colombia: El país de los simulacros



Con el panorama de simulacros y engaños que es frecuente en el país que habito me pregunto si la inteligencia de mis conciudadanos está decreciendo o es parte de una lógica que necesita mantener a raya la capacidad para dudar y para ser escéptico frente a las realidades que parecen pero no son.

Vamos a partir de la siguiente premisa: diremos que el engaño y su sofisticación son directamente proporcionales a la inteligencia del engañado. En consecuencia, un engaño burdo y ramplón es digno de una inteligencia incipiente y un engaño de gran elaboración, implica una inteligencia desarrollada. Así las cosas, a mayor inteligencia mayor dificultad para engañar.

No se trata solamente de los estudiantes que simulan estudiar cuando lo que realmente hacen es trabajar para sacar una nota y luego desechan la información, o de los maestros que omiten su compromiso con la formación y se conforman con que los estudiantes parezcan felices, cómodos y satisfechos, como si la satisfacción, entendida como alegría, fuera un indicador de aprendizaje. O más aún, de los padres que creen que con dos regaños por semana y un poco de dinero ya están formando a una persona y prefieren desentenderse de su compromiso con la vida de sus hijos. O para seguir, no se trata solamente de los colombianos que viven un mundo en guerra pero declaran frente a las encuestas que son felices porque prefieren olvidar y negar para poder vivir en el presente y no salir corriendo de este “Comala” tropical.

Se trata de los gobiernos que, durante años, han sido los principales hacedores de simulacros ramplones que sólo se sostienen porque no estamos educados para descreer. Este es el país del engaño. Con tal de lograr el objetivo, que casi siempre es dinero o alguna prebenda, los gobernantes inventan Falsos Positivos, Falsos auxilios para el agro, falsas desmovilizaciones, falsos contratos, falsas entregas de narcos y paramilitares, Falsos asesinatos para cobrar recompensas, falsas noticias, falsas e ilegales reformas; cifras falsas que generan falsos indicadores. En Colombia el simulacro es un modo de ser y está legitimado como tal.

Pensemos en un presidente que se inscribe en el protocolo de Kyoto y simula unas plantas que producirán bio combustible y en su actuación incluye cultivadores de caña de azúcar que invierten su dinero en cultivar todo lo que supuestamente les comprará el gobierno para la producción de gasolina verde. Hay discurso, cámara, invitados elegantes, internacionales, empresarios circunspectos. Doce meses después la planta que recorrieron las cámaras está desmantelada, la caña tuvo que ser convertida en panela y los sembradores están arruinados .El país continúa con su emisión de CO2 y nada ha cambiado.

Es una imagen que parece parte de una película pero no de la realidad. Sin embargo, es real y sucede a diario, ya sea con ejércitos que disfrazan a personas con el uniforme del enemigo para subir las cifras de las bajas, o de criminales que planean falsas bajas para cobrar recompensas. A diario nos enfrentamos a la mentira, una mentira que deja ver sus costuras, que no está elaborada y no lo está porque al colombiano es fácil engañarlo porque el colombiano es crédulo y está acostumbrado a ver televisión y allí la imagen domina el panorama de lo verosímil.

Estoy convencida de que el sistema educativo hace el juego a todo simulacro vivido en es este país. Cuando un maestro no forma lectores, cuando los gobiernos y sus ministerios no organizan planes serios para la formación de las inteligencias. Cuando lo importante es la cobertura y no la calidad, cuando el papel del maestro deja de ser el de enseñar y se desplaza al de divertir y retener estudiantes. Cuando la teoría y la práctica van una para el oriente y la otra para el occidente, sólo se logra una manada de personas que siguen las pautas de la farsa.

Colombia ha sofisticado la maquinaria para producir simulaciones. El televisor y los noticieros convierten día da día engaños en verdades, banalizan lo importante y hacen importante lo banal. Mientras tanto, las cifras siguen en lo suyo. Un libro por año es lo que supuestamente leemos los colombianos .Yo pienso que esa cifra está acomodada. Hay colombianos que no leen ni siquiera un libro por año, pero la estadística suele dividir resultados por número de habitantes y ahí comienza la mentira. Una mentira que maquilla una conveniente verdad: A los colombianos es fácil meternos los dedos a la boca porque no somos buenos lectores y no hay que esforzarse mucho para engañarnos.

3 comentarios:

  1. Una vez más me alegra esa faceta de denuncia desde el ejercicio pedagógico que te apasiona. La lectura es un asunto primordial.

    En realidad no sé cuál sea la solución práctica, la contundente frente a la problemática de la burocracia, el engaño, la politiquería y la farsa legitimadas e institucionalizadas en nuestro país.

    Renuncié a mi empleo como docente de bachillerato el viernes porque, como es común para mí, descubrí que esa institución educativa legitima los comportamientos nacional-estatales colombianos, la mafia, el negociado y las disfunciones de algunos padres y madres frente a la crianza y la educación primaria de sus hijos.

    En cuanto a la foto, si es tuya, te felicito; si no, fue una bonita elección.

    ResponderEliminar
  2. Frailejón Desnudo o Fonso dice:

    Probablemente yo era uno más de los engañados... o peor aun, era un ciego voluntario ante tanta mentira... Tal vez sería bueno seguir el ejemplo de Argentina, aun hay mucho para mejorar, y la gente lo sabe y no traga entero, se queja constantemente, denuncia, protesta, espera respuestas pacientemente (como los Combatientes Continentales)... En fin... ya no se que pensar... será cosa de abrir poco a poco los ojos, o de morir con ellos cerrados...

    ResponderEliminar
  3. Ese adormecimiento que tenemos por nuestra ignorancia... hace que seamos tan justificadamente responsables de lo que sucede en nuestro entorno. Hasta dónde uno se convierte en ese maestro que nombras, hasta dónde somos quienes impulsamos este adormecimiento de las mentes de nuestros estudiantes?. Esta reflexión es para hacernos mover o por lo menos empujarnos un poco de esa vida cómoda que nos forjamos en esta sociedad del simulacro y la vergüenza.

    ResponderEliminar