lunes, 9 de julio de 2012

A estas alturas creo que Alejandra Azcárate es un síntoma.





La última vez que escribí en este blog lo hice sobre el caso de Rosa, la mujer violada en el Parque Nacional. Ahora quiero escribir de nuevo sobre mujeres. Mujeres en Colombia, no en otras partes del mundo, sino sobre el dolor que puede connotar vivir en un país como este.

Vamos a hablar de las llamadas “7 ventajas de la gordura”*** la columna de Alejandra Azcárate que ha causado tanto revuelo en las redes sociales. Intentaré ceñirme al texto y dialogar con él, antes que juzgarlo quisiera ver las afirmaciones que encuentro sugestivas y quiero partir de una tesis, es decir, he leído el texto, he leído las respuestas y los comentarios y he llegado a una conclusión que quisiera demostrar apoyada en el texto y en contra argumentos. Vamos a ver si lo logro. El asunto es que creo que el texto en cuestión es producto de una mirada colombiana sobre el tema del cuerpo femenino. La mirada de Azcárate es, definitivamente producto de un estado de cosas que existen en nuestro país y que salieron a flote en su texto pero que están respaldadas por una visión propia de los colombianos. Veamos

En los ejercicios de argumentación es recomendable comenzar aceptando, si es posible, los puntos en los que “el otro “ tiene razón. En el caso que nos compete la "segunda ventaja" mencionada por Alejandra Azcárate es muy cierta “2. Cuando van a los almacenes no se pasan horas midiéndose opciones de prendas porque pocas veces encuentran su talla. Sus compras son breves.” Las mujeres de tallas grandes no encuentran en Colombia muchas opciones. Hay países como Argentina en el que existe una ley de tallas que obliga a los almacenes a ofrecer opciones para todo tipo de mujer. En nuestro país hay almacenes que tienen exclusividad en prendas pequeñas. Ya sabemos que las tallas y la obsesión de las niñas por el asunto de ser talla 4 genera anualmente miles de casos de anorexia. Medellín ha sido líder en campañas en contra de estos tallajes que hacen sentir gordas, sin estarlo, a niñas de peso saludable. En conclusión, las mujeres colombianas no somos consumidoras exigentes.Las gorditas no exigimos nuestros derechos como consumidoras.

Un tema recurrente en el artículo es el de la libertad, en dos oportunidades, al comienzo y al final las gordas son definidas como seres libres. O se muestran como personas que hacen lo que desean.“No piensan a la hora de comer. Esa es una invaluable sensación de libertad. No se mortifican por los horarios adecuados para ingerir los alimentos ni mucho menos se estresan por la escogencia de los mismos.” por oposición lo que este postulado sugiere es que las personas no gordas piensan en calorías antes de comer y alimentarse les genera ansiedad. El acto de alimentarse se definiría así como algo doloroso, incómodo. Es probable que el mundo de la farándula sea un mundo que constriñe el cuerpo femenino, lo obliga a la delgadez ya que la imagen fotográfica hace más gruesas las figuras. Las mujeres que vemos en la televisión o la fotografía son, por lo general, mucho mas delgadas de lo que parecen en aquellas imágenes. El mundo de la farándula no se puede convertir en un patrón de vida, al menos no lo es en gran parte del mundo. Sin embargo, en Colombia la banalidad con la que asumimos la formación de nuestros jóvenes, nuestro pobre concepto de futuro, nuestra relación con la belleza como forma de ascenso social tan tristemente descrita en historias como “Sin tetas no hay paraíso” hacen que algunas mujeres se mortifiquen con la comida en aras de mantener una apariencia “comprable”,”canjeable”.



El mostrar a las mujeres gordas como desinhibidas deja ver un estado pleno de mojigatería y de machismo. Se asumiría entonces que las mujeres no deberían hacer el amor con la luz prendida, ser libres, creativas y apasionadas.“En el sexo se desinhiben con facilidad. Contrario a sentir complejos por su figura, tienden a ser tan seguras de ellas mismas que se convierten en grandes amantes. Siempre se entregan como si fuera la última vez, porque de hecho saben que podría serlo. No tienen límites, no les preocupa si la luz está prendida o apagada”.Es un pensamiento colombiano recurrente el diferenciar a la mujer “santa” de la “zorra” y corresponde al drama de muchas mujeres que se ven obligadas a mantener un cuerpo torneado pero no pueden disfrutar de él porque su cuerpo es para el disfrute de otros que no las valoran ni las reconocen como seres que sienten y que las ven como adorno. Los derechos sexuales de las mujeres, no importa su talla, reconocen que ellas pueden sentir y expresar deseo, que son libres para disfrutar y decidir su sexualidad ,sin embargo, en este país, quien pretende ejercer sus derechos es discriminado, marcado, señalado y en el caso del artículo ridiculizado.

¿De quien es el cuerpo de la mujer? Parece una pregunta absurda, pero es parte de la esencia de discursos como el de Azcárate. En Colombia las mujeres no somos aún dueñas de nuestro propio cuerpo. Nuestro cuerpo es de los padres que lo reglamentan, de nuestra pareja que nos exige cómo llevarlo, del estado que no nos permite tomar decisiones como el aborto, de los medios de comunicación y de las grandes industrias de la moda que nos señalan qué ponernos, cuándo, cómo. El “pudor” del que habla Azcárate es un mecanismo que ata los cuerpos de las mujeres, por pudor no expresamos nuestros gustos, por pudor nos quedamos calladas, no opinamos, no somos más políticas, no denunciamos los abusos, no exigimos nuestros derechos, no escogemos nuestros amores. Los casos de violencia contra las mujeres suceden, en gran medida, porque una mujer toma decisiones por sí misma y su pareja la castiga.

Es increíble como –Azcárate pretende hacer ver como inapropiada la exhibición del cuerpo.y como “aberración” sentir lujuria hacia un cuerpo obeso. Si ella estuviera en el carnaval de Brasil o en cualquiera de sus playas vería a mujeres de todo peso y talla mostrando su cuerpo, un cuerpo libre, carnavalizado, presente para ser visto sin límites de peso o medida, un cuerpo en el gozo de los sentidos. Es en este país parece que sólo se pueden hacer ciertas cosas si se es bello y esta es una mirada de clase. No dudo de que si ella se atrevió a publicar esta columna es porque hay un grupo al que le parece gracioso lo que ella dice. El mismo grupo social que hace chistes y bromas sobre la dieta del vicepresidente o arremete contra cualquiera que osa visibilizarse en una clase social a la que no pertenece. Las palabras de Azcárate son un síntoma y ella misma lo es como cada colombiano que acepta pasivamente el estado de cosas, la violencia cotidiana, las decisiones arbitrarias del estado sobre cada uno de nosotros, sobre la salud, sobre el cuerpo, sobre el dinero.

Los colombianos somos intolerantes y pasivos, somos mojigatos y muy, muy tristes, no somos felices, aparentamos serlo. Esas sonrisas de las modelos tienen tras de si horas de dolor en el gimnasio, de sacrificio y hambre, de desamor, insatisfacción y despasión. Tener un cuerpo bello no parece implicar poder usarlo para obtener placer sexual, al menos no desde lo que se infiere en la lectura. Ni siquiera parece ser posible que una mujer delgada goce de la amistad de los hombres o de su caballerosidad. Si la Azcárate representa a un grupo y este grupo es el que decide qué vemos en televisión o en prensa me preocupan nuestras niñas, mujercitas en formación que lean o vean sólo un estereotipo como opción de ser. No quiero imaginar la angustia de tantas adolescentes pasaditas de kilos que entren al mundo social con los prejuicios manifestados en la “bromita” de Alejandra. No sólo tienen que lidiar con la falta de oportunidades, con la desigualdad sino que además deben responder a unos esquemas que les dicen cómo llevar su cuerpo so pena de ser consideradas impúdicas.

A esas niñas quisiera decirles que hay otros países en los que el cuerpo de la mujer se está liberando para ser propio, para ser autónomo. Intenten abandonar la mirada provinciana que expresa Azcárate, lean otras revistas, busquen otras miradas, formen su cabeza, torneen su cerebro, no sean esclavas de los parámetros. Es esencial buscar la belleza, pero la belleza verdadera es una construcción personal y tiene siempre como referente el bienestar. Azcárate misma lo confiesa: ella no es libre y por tanto no es un individuo, un sujeto autónomo capaz de tomar decisiones por sí misma. Ella debe ser delgada, debe verse sonriente siempre, debe controlarse, medirse, anularse, en aras de agradar a otros.



***http://www.caracol.com.co/noticias/actualidad/columna-de-alejandra-azcarate-sobre-las-7-ventajas-de-la-gordura/20120706/nota/1718163.aspx









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2 comentarios:

  1. Es urgente tomar estas palabras para problematizarnos frente a las representaciones sociales expresadas por Azcárate las cuáles van en detrimento de nuestra expresión autónoma y humana. Somos parte de esas representaciones y muchas veces somos sus reproductores... por ello, la invitación tajante es a no hacer eco, sino un contraeco como lo es este artículo.

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  2. Marth, llegas en el momento preciso con tu certera lectura... Más que indignación por el chiste banal y ofensivo, debería haber preocupación por el trasfondo de todo esto...

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