miércoles, 6 de octubre de 2010

Mass media: Biofilia y necrofilia

A veces hay que recuperar lo que escribimos.Me sostengó en lo dicho hace nueve años.Sólo que ahora la necrofilia ha ganado espacio en todas las narraciones.Celebro a quienes se arriesgan a las narraciones en las que la vida hace presencia.

Por: Martha Fajardo Valbuena.

En Colombia es lugar común hablar en contra de la violencia. Día a día nos encontramos discursos de todos los niveles que abogan por un mundo pacifico en el que primen las razones antes que las acciones irreflexivas. Sin embargo, estos reclamos , que no sólo se escuchan en nuestro país, se hacen de dientes para afuera. En el fondo, vivimos en una sociedad que le rinde culto a la muerte, a la agresión y al maltrato y que consume todo tipo de material que tenga este tema.



Los Mass Media se han encargado paulatinamente de entrenarnos para consumir violencia. Cada imagen cargada de sangre y horror es una educación soterrada que nos insensibiliza frente a las agresiones. Uno de esos medios es el cine comercial, el producido en su mayoría por Holliwood. Este año de 2001 hemos asistido al fenómeno de Hannibal el caníbal. Una impecable producción que retoma la película “ El silencio de los inocentes” y la convierte en un hito del cine de suspenso. La historia de un hombre que en pleno siglo XXI insiste en mantener un comportamiento antropófago resulta llamativa para el público ávido de novedades. Las imágenes de Hannibal cortando un trozo de cerebro de una de sus víctimas para sazonarlo y comerlo acompañado de un exquisito vino llenan nuestras expectativas necrófilas.



Existen múltiples instancias educativas. No solo nos educamos en la escuela o en la familia. La educación informal se presenta en cada espacio de la vida actual. Los mass media educan nuestra sensibilidad, nos muestran opciones políticas y nos enseñan formas de reaccionar ante lo diferente o ante lo otro.



La educación de la sensibilidad, antiguamente destinada a la estética y a las artes, ahora está en manos de Holliwood, son sus creativos los que determinan los patrones estéticos de la época. Es así como la rapidez y la acción han pasado a ser elementos esenciales en lo que las masas consideran consumible. La tensión, el miedo y el morbo son componentes imprescindibles en un buen triller. Las películas que no posean estos elementos corren el riesgo de perder auditorio, pues el publico rechaza aquello para lo que no ha sido entrenado.



La necrofilia, el afecto o apego por las cosas muertas o relacionadas con la muerte y la violencia, no es un fenómeno actual. Es más bien una expresión propia de las mentalidades guerreras que han acompañado a la humanidad a lo largo de su historia. El Coliseo Romano es una muestra de ese espíritu aficionado a los espectáculos sangrientos. Aparentemente estas practicas han sido superadas por la humanidad. Pero en realidad perduran secundadas por la tecnología. Si bien ya no se “usan “ gladiadores de verdad la tecnología cinematográfica nos vende el simulacro que sacia nuestro deseo de ver este tipo de escenas.



Detrás de la afición necrofilica está el discurso y la lógica del sometimiento por la fuerza. La confianza en la violencia como única opción para vencer a otros y para imponer los modos propios es lo que secunda este tipo de manifestaciones. De ahí que siempre sean los imperialismos quienes respalden, propaguen y consuman estas imágenes.



De otro lado, existe el llamado cine independiente, menos publicitado y más reflexivo, en ocasiones logra películas de gran taquilla, cuando sus planteamientos se acercan a lo espectacular o novedoso o cuando explotan el lado contrario al necrófilo, es decir la biofilia.



Por fortuna el ser humano tiene tanta inteligencia como para ser un sujeto de realidades complejas. De ahí que exista dentro de el una afición por las imágenes vivas. Lo vital nos atrae y nos seduce. Quizá a esto es a lo que por siglos hemos llamado bello. Lo biófilo convoca a los sentidos, no ya para mantenerlos alerta y en situación de peligro, sino, para llamarlos a recordar que el cuerpo es una antena con la que el hombre recibe y transmite información y que esta información es placentera, amable, tranquila, sutil.



La biofilia es un llamado a recuperar el cuerpo. En un mundo consumista el hombre ha perdido su propio cuerpo. Lo pierde en las llamadas tendencias que le obligan a lucir delgado o bronceado o alto o de determinadas medidas, so pena de no ser deseado si no cumple con los patrones. Lo pierde cuando se le imponen modos de vestir, de hablar, de sentir que lo llevan paulatinamente a consumir para ser. Un triste ejemplo de nuestra televisión colombiana es el personaje de Nicolás Mora en la telenovela Betty la fea. Un ser que debe tener celular, convertible, ropa de marca y billetera llena para poder sentirse seguro ya que no responde al prototipo de belleza de la época. Un ejemplo extremo en contra del cuerpo y del si mismo es Michael Jackson quien aprovecha la tecnología para hacer de su ser una prótesis y deformarse hasta ser una imagen repugnante. Un ejemplo mas cercano son las jovencitas anorexicas que día a día se maltratan para poder lucir como ellas suponen que se les exige.



La biofilia intenta reconocer la posibilidad de ser en la diferencia. Al convocar a todos los sentidos lo hace para desgenitalizarlos. No se trata de hacer de toda experiencia de placer una experiencia sexual, se trata de conocer el mundo a través de la vista, del olfato, gusto, tacto, oído, de educar al hombre para que vuelva a ser parte de la naturaleza y esté en capacidad de leerla y entenderla.



Resulta curioso que los pueblos más dedicados al arte y al culto de la vida hayan sido los menos evolucionados en las practicas de la guerra. Por el contrario en ellos floreció la ciencia, la filosofía la escultura y la pintura al lado de la danza y el atletismo como ejemplos de sano cultivo de la corporeidad. Cuando se genera este tipo de mentalidad subyace a ella un discurso de liberación y de autonomía. Un ser humano dueño de su cuerpo y consciente de las relaciones de este con el mundo natural está en mayor capacidad de construirse a si mismo.



Tanto la afición a las imágenes de la muerte, como a las de la vida está en todo ser humano, sin embargo día a día las ofertas de los mass media tienden a ofrecer productos que solo explotan el aspecto necrófilo. Esta tendencia se impone soterradamente en las expresiones culturales de nuestra época que exigen cada día más acción, mas velocidad y agilidad y que se extasían en la contemplación de la tecnología que les permite recrear de modo espectacular las imágenes de la guerra y de la agresión que produce el planeta cada día.



Es urgente que la educación comience un proceso de alfabetización de la imagen que lleve a los ciudadanos a ser conscientes de los procesos que los hacen objeto de consumo y que los someten a patrones estéticos limitados al consumo. De no ser así el sistema escolar pierde una gran oportunidad de formación de seres que se encuentran inermes frente a un mundo al que cada vez le interesa más que los hombres y las mujeres pierdan su capacidad critica y sus posibilidades de autonomía.

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