sábado, 6 de noviembre de 2010

COLOMBIA : TIERRA DE OGROS

COLOMBIA: TIERRA DE OGROS

He intentado escribir este artículo tres veces y en todas he terminado escribiendo teóricamente. He hablado de los derechos de los niños, de la inmadurez biológica de las crías humanas,, de la responsabilidad social en el cuidado de los infantes y eso es parte de lo que quiero decir pero realmente no es lo más importante. Cuando era niña leí sobre los ogros, aquellos seres monstruosos, hombres o mujeres que perseguían a los niños para comérselos, para hacerles daño, para matarlos. En una charla con el escritor Pablo Montoya Campuzano él me contó que los ogros eran la representación de los pedófilos feudales. Esos señores dueños de la tierra y los siervos que paseaban los campos buscando niños para hacer de las suyas con ellos. De ese ogro es del que quiero hablar hoy, de ese ser que pervive y que desafortunadamente es real.

Hace tres semanas nos enteramos de los abusos del algunos miembros del ejército colombiano con tres niños campesinos:. Yenny ,Yimmy y Jeferson Una realidad triste y más frecuente de lo que creemos. Un crimen que no despertó el repudio que yo esperaba, que no paralizó la nación, que mereció pocos artículos de opinión y menos voces de protesta. Yo quisiera protestar, quisiera dejar por escrito mi dolor e indignación por un asunto que, creo, nos compete todos como adultos, como parte de una especie.

Creo yo que si los colombianos seguimos como vamos la historia va a recordarnos como el paraíso de los ogros. De por sí ya es vergonzoso tener entre nuestras cédulas la de Luis Alfredo Garavito, no contentos con ello, somos el país que no tuvo los recursos para salvar a Omayra, el país que permite que la pobreza y el resentimiento social fabrique los “baby sicarios” , que se practique el derecho de pernada, que se mal forme al total de los niños con una educación primaria y secundaria pobrísima, relajada e irresponsable.

En Colombia los niños valen poco, las niñas menos, las niñas campesinas mucho menos, las niñas pobres casi nada y podríamos seguir agregando adjetivos porque ser infante en este país es estar expuesto a ser víctima. Nuestros niños nacen en un campo minado, gatean allí y dan sus primeros pasos entre silbidos de balas .Aprenden a imitar el sonido de las metralletas antes que a decir papá y mamá. Lo más triste de esto es que sólo para una población escasa, de niños privilegiados económicamente, esto no es verdad, pero incluso para esos niños de estrato elevado la realidad es agresiva y plena de carencias.



No dejo de pensar en la angustia de esos tres hermanitos, en sus últimos momentos de vida arañando y gritando en contra de un grupo de soldados. No puedo dormir pensando en el desamparo de sus cuerpecitos, en el miedo que produce no sólo saber que se va a morir sino en el ver morir a los que amamos. Nadie ha hablado de eso y tal vez sea porque causa angustia. Imaginar esto, hacer el ejercicio interior de “focalizar” el relato a través de los ojos de catorce o siete o seis años es necesario para dimensionar la magnitud de lo que sucedió.



En este país, acostumbrado a los crímenes sólo nos conmueven las evidencias visuales. Pero nadie tomó fotos de los niños en el momento de su dolor y las pocas que existen nos muestran dos niñitos campesinos tan parecidos a cualquiera (del más pequeño no existe ni siquiera una foto) Esos niños no son Ingrid Betancourt flaca y en posición de nazareno. Son niños que no existen porque nadie ha imaginado su dolor y nadie se ha preguntado qué pudieron sentir. Yo quiero preguntarme así me duela y, me indigne hasta el tuétano. No voy a contar lo que he imaginado, pero hago el ejercicio interno, como una actividad de compasión, en el sentido de intentar sentir al otro. Quedo desolada después de pensar en ellos. Tal vez por eso entiendo el silencio de todos, porque duele mucho. Sobre todo, porque la falta la cometió quien supuestamente está encargado de velar por nuestra seguridad.

He sido maestra por más de 22 años. He estado en contacto con niños y jóvenes y conozco la magnitud del vínculo de un adulto con un niño o un adolescente. Es de tal dimensión e importancia ese lazo que puede transformar para toda la vida a un ser humano. Aún sin palabras, los adultos influimos en los niños y esto es parte de nuestra naturaleza. Estamos diseñados biológicamente para no nacer aprendidos pero para aprender de los otros.

Me asusta que estemos enseñando a nuestros niños a ser ogros pasivos. Porque callarnos frente a este delito, no mostrar nuestra vergüenza es invisibilizar la gravedad del acto. No es suficiente con la condena civil, no es suficiente con la celeridad de la investigación y la destitución de los responsables directos e indirectos. Necesitamos que este asunto nos duela adentro de nosotros, dejarnos tocar como si Yenny ,Yimmy y Jeferson fueran nuestros amigos, nuestros hijos. Desde hoy yo tendré a tres hermanitos muertos y pensaré en ellos con lágrimas. No porque tenga vocación hacia el dolor, sino porque aún tengo vergüenza.

2 comentarios:

  1. Es triste pensar que eso pasa en Colombia, pero no sólo en este país la gente es indiferente con lo que le suceda a los demás. Creo que que de muchas maneras todos los seres humanos tenemos algo de ogros!!!

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  2. Fajardo, es curioso que te decidieras a entrar en el tema por medio del presente blog. Hoy vi una película llamada "Secretos de familia" y quedé asombrado con lo afectada que quedó la protagonista por un abuso continuado en su propia casa por meses, en su infancia.

    Es indignante saber que en este país, donde la mayor inversión se hace en elementos de violencia, de conflicto y de guerra, no podamos confiar en las instituciones estatales en ningún sentido.

    Esperemos que se haga justicia, si es que eso aún existe en una situación como esta, donde una persona pierde todo lo que le importa para vivir y tres más deben sufrir vejaciones y morir de una forma tan inhumana.

    Considero éste un crimen contra la humanidad y debería juzgarse de esa manera.

    Gracias por sentir dolor por los otros todavía...

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