lunes, 4 de abril de 2011

La taberna de Platón




No nos digamos mentiras: La promoción automática fue un saqueo a la riqueza intelectual de Colombia.



Hace dos años un estudiante me preguntó en clase si ese Prometeo al que se refería un autor era “el dios de las promesas”, algún otro estudiante, no hace poco, escribió una disertación sobre “la taberna de Platón” y hace una semana un estudiante al escribir un perfil de una de sus profesoras registró que una de las historietas favoritas de ella era “Calvin Klein” . Me han parecido muy graciosos estos apuntes, pero después de la risa viene la preocupación, paso muchas horas pensando que es evidente la degradación de los saberes de los estudiantes colombianos y su debilidad para asumir temas intelectuales o que requieren de pensamiento abstracto.



La primera vez que entré a un salón de clase hace 22 años me encontré con unos niñitos de doce y once años que me preguntaban cosas interesantes, ellos leían. Recuerdo a algunos sentados en las escaleras del colegio leyendo libros de poemas. En esa época trabajaba en un colegio cercano a la Universidad Nacional y me encontraba casualmente con muchos de mis estudiantes en la cinemateca de la universidad. Después de la película discutíamos, analizábamos y disfrutábamos de una charla basada en nuestro amor por el cine. Tengo una hermosa imagen de un jovencito de séptimo grado embebido en la lectura de un libro durante la fila de entrada al colegio. Aún guardo las cartas y los poemas que escribían cuando terminaba el curso.



Ahora, 20 años después, me es difícil sostener una conversación con mis estudiantes. Siento que hay dos idiomas diferentes. Mis estudiantes no van a cine porque no les gusta leer los subtítulos, algunos no leen de corrido y cuando escriben confunden el orden de las sílabas. Casi todos tienen computador pero ninguno lee el periódico. Cuando intento hablar de literatura encuentro que ellos no leen por gusto propio, cuando hablamos de biología descubro que no tienen claros conceptos básicos, mínimos. Es evidente que el sistema escolar formó de modo diferente a estos jóvenes y que el resultado, no fue el esperado. Ahora tenemos a unos muchachos cuyo cerebro ha sido saqueado: no poseen información y menos formación.



Toda mi vida he sido una convencida de que no importa tanto la habilidad cognitiva o inteligencia como la capacidad para disciplinarse y alcanzar una meta. Creo que la inteligencia sin rigor se pierde con el paso del tiempo. En mis clases intento enseñar basada en que mis estudiantes trabajen con esquemas de procesos, esto requiere que ellos revisen más de una vez sus escritos, que estudien de modo independiente , que lean más allá de los tres o cuatro textos asignados en clase, que consulten múltiples fuentes, que relacionen lo leído con los contextos y logren analizar y transponer situaciones. Mis evaluaciones y mis clases están diseñadas para fomentar habilidades de pensamiento. Sin embargo, tengo que reconocer que mi método fracasa y lo hace porque los saberes previos que necesitan mis estudiantes, los más básicos y fundamentales no existen en sus cabeza ni en sus cuerpos, porque estudiar es un asunto de cuerpo y cabeza.



Corporal porque para estudiar se necesita “aquietar” el cuerpo, tranquilizarlo para que encuentre la postura de la lectura, el espacio para la concentración. Ya todos sabemos que no hay espacio sin tiempo y estudiar requiere de un tiempo, de un ritual. Algunos jóvenes que conozco aman la lectura y me gusta preguntarles qué hacen antes de leer. Me cuentan que beben agua, que ponen una música determinada, que escogen un sitio que para ellos es “el sitio”, en fin, poseen costumbres personales, apropiaciones, experiencias que los acercan a la lectura desde la subjetividad y el gusto. Para mí es triste afirmar que la mayoría de mis estudiantes no posee hábitos de lectura. Mientras leen, revisan su correo electrónico, hablan por celular, chatean, ven televisión y escuchan IPOD. La proliferación de aparatos ha dispersado la atención de estos jóvenes al punto que se comportan como si tuvieran TDAH, esa enfermedad del síndrome por déficit de atención e hiperactividad. Internet es un sistema que nos dispersa. Está diseñado para que “naveguemos” en un mar que nos lleva de lo central a lo periférico y nos pierde con “cantos de sirenas” (ventanas que se despliegan, vínculos hipervínculos, videos, comerciales). La mente de nuestros estudiantes tiene el formato de ventanas que se ha instalado en sus cabezas, por ello sufren cuando deben concentrarse en una tarea por mas de quince minutos. Yo puedo leer en computador porque olvido los “otros servicios” y me puedo concentrar, pero incluso, a veces, término haciendo cosas que no quería.



Creo que el asunto no es de inteligencia sino de disciplina. La escuela de los últimos años olvidó formar en la disciplina,entendida como autorregulación. La escuela confundió la personalización con la irresponsabilidad. Pervirtió el concepto de “zona de desarrollo próximo” y el de inteligencia y, además, relativizó hasta desaparecer, los elementos fundamentales de una enseñanza de los mínimos culturales. El esfuerzo quedó relegado en pro de la alcahuetería y la pereza. La mediocridad se convirtió en la medida y los profesores perdieron la esencia de su labor: enseñar a pensar, preparar al estudiante para que con disciplina y trabajo de a su cerebro la forma de sus metas, sueños y aspiraciones. La escuela se convirtió en un “lugar agradable, cómodo, en un mundo de mermelada y miel, como diría Estanislao Zuleta. En el espacio más fácil del mundo, en el reino de la nada”



Y en ese reino se perdió el sentido. En aras de mantener divertidos a los estudiantes los profesores prefirieron leer a Paulo Coello que a Chejov, prefirieron hacer cualquier “actividad“ que sus estudiantes calificaran como divertida y olvidaron que el conocimiento requiere de esfuerzo. En pro del libre desarrollo de la personalidad y del derecho a la educación los profesores quedaron maniatados para realmente formar a sus estudiantes en el esfuerzo, en el trabajo arduo que significa aprender y moldear el cerebro para el conocimiento.La promoción automática pervirtió el rol delmaestro y lo redujo a lo mas triste: Un entretenedor de jovencitos.



Quiero dejar constancia de que me niego a seguir en el juego de alcahuetear a mis estudiantes en su camino hacia la dispersión. Me encanta que usen las herramientas tecnológicas para demostrar hasta dónde llega su inteligencia, no estoy en contra de la creatividad ,pero me niego a que pierdan la mayor riqueza que tienen: sus mentes. Por eso sólo veo los computadores y los aparatos electrónicos como instrumentos pero jamás como sustitutos. Un estudiante no es más inteligente porque tenga mayor capacidad en el disco duro de su computador, un estudiante es inteligente cuando usa su conocimiento para resolver problemas, un estudiantes es más inteligente cuando a pesar de no tener más que un lápiz y un papel puede diseñar, planear, criticar, analizar, proponer y decidir, mientras tanto, para mí cualquier estudiante con computador es sólo un muchacho con un juguete costoso y, a veces, distractor.

3 comentarios:

  1. Marthica Fajardo qué texto , que llega a la médula de los huesos, quiero unirme a ti en no ser alcahueta de mis estudiantes hacia la irresponsabilidad. Ellos en esta dispersión no se dan cuenta hasta donde su pereza los lleva.

    ResponderEliminar
  2. el asunto es que esa pereza es patrocinada por el estado porque es este y los gobiernos quienes decidieron que estos muchachos no reciban formación de calidad

    ResponderEliminar
  3. Se perdió el sentido, bien lo dices, por eso la vida transcurre entre "saltar" de ventana en ventana hasta que alguien nos deje entrar. Excelente texto Martha.

    ResponderEliminar