martes, 2 de febrero de 2010

SER Y COMER: IMPLICACIONES METAFÍSICAS DE LA CUCHARA EL CUCHILLO Y EL TENEDOR

“Somos lo que comemos” dice la sentencia. Y, si, hay mucho de verdad en esta frase y tal vez poco en su contraria, “no somos lo que no comemos”. A mi parecer esta segunda sentencia se está convirtiendo en un tema central de relación con el cuerpo y con la vida. La negación del alimento o de algunos alimentos entra a ser un punto álgido en comportamientos extremos que, a veces, son totalmente racionales e, incluso, de moral intachable, pero no por ello, complejos y contradictorios.

El caso típico del vegano y del ultra vegano, entendiendo por vegano quien ha decidido no comer carne debido a que no soporta la idea de consumir animales que hayan sufrido durante el proceso de sacrificio y entonces consume productos animales pero no sacrificados como lácteos y, a veces huevos. Y el ultra vegano quien, además, se niega a consumir cualquier producto de origen animal debido a la cruel industria que maltrata a los animales. Los veganos no quieren ser, a todas luces, cómplices de un acto cruel. Al negarse a comer “cadáveres” afirman que su cuerpo se nutre de todo, menos de violencia; lo que el vegano quiere es dejar la violencia de lado, negar la naturaleza sádica de la humanidad. Ellos parten de la premisa de que consumir dolor es justificar el dolor y que la carne sacrificada con crueldad transmite esa violencia a nuestro cuerpo.

Pero hay otro grupo que no consume cárnicos o productos industriales, ya no por la crueldad sino por la insanidad. Los ortoréxicos y los “orgánicos” que basados en estudios científicos de los alimentos no quieren consumir productos nocivos para la salud. Entonces ellos no quieren ser o estar enfermos. Su cuerpo no debe ser contaminado ni impuro. Consumir transgénicos, esteroides, hormonas, preservativos, sabores y colores artificiales convertiría a su cuerpo en algo igualmente artificial y contaminante. Los “orgánicos” quieren un cuerpo natural, saludable, quieren vivir y morir bien, algunos de ellos consumen carnes si saben que los animales han sido alimentados con productos naturales. A ellos no les interesa el dolor sino el origen “limpio” de los alimentos. Al contrario de los veganos que expresan un cuidado con “los otros” a este “grupo” le interesa más el cuidado exclusivo de su propio cuerpo.

Los antiguos ascetas practicaban el ayuno y el consumo mínimo de alimentos. Sobrevivían, en muchos casos, de agua y pan. Su objetivo era controlar el placer y el deseo, dedicarse a la contemplación y a la preparación para la muerte. En realidad a los ascetas les interesaba controlar y negar el cuerpo, probar hasta qué punto puede un ser humano lograr vencer a la carne. La carne era la fuente del dolor, lo impuro, lo fugaz. El asceta perseguía la eternidad y el dolor y el control de su cuerpo eran la prueba de la fortaleza del espíritu. Un grupo parecido es el de los anoréxicos que pretenden controlar su imagen y controlar, de paso, el mundo mientras niegan el alimento. Si no como no soy, parece ser su lema y en ese ser integran todo aquello que detestan. Para ascetas y anoréxicos el alimento es indeseable porque representa el peso del mundo material, para los primeros de modo metafórico y para los segundos de modo literal.

El bulímico se debate en un campo complejo. Al bulímico le encanta la comida, le gustan los sabores pero no quiere asumir las consecuencias, por eso come pero no deja que el alimento se integre a su sistema. El bulímico asume la comida como pecado y no quiere ser pecador, o como culpa y no quiere ser culpable o como fealdad y no quiere ser feo. Y el glotón, y fíjense que no digo gordo porque hay glotones flacos y gordos que lo son por enfermedad. El glotón no quiere ser vacío. El glotón quiere tenerlo todo. Con el glotón hay sólo un tiempo: aquí y ahora y es el tiempo de la experiencia. El glotón no quiere límites. Quien ama la comida incorpora el mundo a través de su boca y, por supuesto, al negar los límites exagera hasta la enfermedad. En este caso comer es ser y sentir y no comer es el vacío angustiante y angustiado.


En el caso de aquel que no desea comer cosas extrañas, diferentes o fuera de lo “normal” hay un miedo al cambio. La cultura y las sociedades se expresan en la comida. Comer cerdo para los judíos es imposible, tanto que quienes se convierten a otra religión son llamados “marranos” pues comen un animal prohibido. Comer por fuera de nuestra costumbre es conocer y es cambiar, es arriesgarse a incorporar a nuestro cuerpo una experiencia diferente y esa experiencia, para bien o para mal, es transformadora.

Si el justo medio se quiebra en cualquiera de las tendencias, ya sea la del vegano o la del orgánico o el glotón o el chauvinista se produce un efecto contradictorio que convierte al pacífico vegetariano en un ser violento y discriminador que no soporta las costumbres alimenticias de los demás y las critica de modo despectivo o al orgánico en un juez implacable que vigila lo que su familia come hasta el punto de hacer un martirio las comidas cotidianas. Ya sabemos que los bulímicos, los anoréxicos y los glotones pueden perder el control y morir y los chauvinistas pierden la oportunidad de poner en perspectiva lo asumido como natural y, de paso, se pierden la variedad del mundo. Comer, de algún modo, es ser.
Martha Fajardo Valbuena

3 comentarios:

  1. Esta mañana fui un huevo frito. Me cocí lentamente en la manteca de tocineta que fui ayer. Fui también un pan de ajonjolí con queso crema. Me volví verde, me llené de pepitas y me volví kiwi. Me corté en rodajas y me resbalé sobre los trozos de fruta al servirme como su acompañamiento en forma de miel de maple. No sé si fui dolor. No estoy seguro que la gallinita sea de estas a las que les cortan el pico y que nunca ven la luz del día. Y ni hablar del cerdito. Que si vivió feliz, que si murió contento... lo único que sé es que ayer fui tocineta crujiente y sabrosa y hoy fui huevito frito. Ayer y hoy he sido placer.

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  2. Me gusta mucho el comentario de daniel.Es una buena narración

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  3. Qué podríamos decir de otra persona que va más allá de comer animales... pues como decía Diane Ackerman por qué la sorpresa al saber que hay grupos humanos que comen seres humanos y no nos sorprendemos que muchos grupos humanos maten seres humanos. Mucha proteina tiene este carne y de pronto muchos grupos humanos se salvarian por ello. Pero si hay discusión por los animales, creo que ya entrará a sospecha mi atrevimiento
    por esta mención alimenticia.

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