martes, 26 de enero de 2010

Niños en caja

Niños en caja

Con esto del terremoto en Haití uno escucha cada cosa. Hace poco alguien a mi alrededor nos contó que su tía había decidido adoptar un niño haitiano “un negrito” dijo. –¿Se puede?-. pregunté un poco impresionada -En la televisión están diciendo que van a dar haitianitos en adopción porque quedaron muchos niños sin padres-fue la respuesta.

No quedé muy convencida porque yo tengo un pensamiento neurótico y la lógica me dicta que no podría ser que los organismos encargados de velar por los derechos de los niños se pasen esos mismos derechos por encima. Básicamente un niño tiene derecho a una identidad, a un arraigo y a una nacionalidad y sacar apresuradamente a los niños para entregarlos a hogares en otros países y con otras condiciones culturales puede ser un gran impacto emocional para ellos.

La idea de los organismos internacionales repartiendo haitianitos en cajita como si fueran gatitos de una misma camada me molesta mucho y me molesta porque esa imagen no es nueva y tiene que ver con la imagen generalizada de los hijos como mascotas. Estamos en un tiempo en el que los niños vienen al mundo producto de la improvisación y el descuido y se ha hecho común pensar que la llegada de un niño y su inclusión en nuestras vidas es, a lo sumo, igual que la llegada de un animalito al que tenemos que alimentar, llevar al veterinario y, de vez en cuando , sacar al parque para que juegue.

Si bien somos mamíferos, como la mayoría de nuestras mascotas, los seres humanos tenemos un cerebro estructurado de tal modo que nunca para de aprender. Esta condición hace, primero, que un niño no pueda estar solo como las mascotas, pues su desarrollo más sofisticado implica un mayor tiempo de maduración y, segundo, que no pueda ser “entrenado” como ellas porque los seres humanos tenemos creatividad y personalidad, además de unas relaciones afectivo-cognitivas supremamente complejas. En otras palabras, el amor, la atención, el cuidado que requiere un niño es casi de dedicación exclusiva y necesita de una persona preparada para pasar muchas horas dedicadas a compartir y a brindar seguridad. Ser padre o madre es una responsabilidad y no un juego que se pueda abandonar o delegar cuando ya no nos gusta.

No nos engañemos más: Los niños no vienen en cajita ni con serie o microchip en caso de pérdida y no basta con alimentarlos para hacerlos felices.

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