viernes, 22 de enero de 2010

Nostalgia de Michín



"Michin dijo a su mamá voy a volverme pateta y el que a impedirlo se meta en el acto morirá"
R.Pombo

Apareció en la universidad un día de octubre y no pudimos dejar de consentirlo. Era un gato serio, a pesar de su juventud, no estaba por ahí trepándose a las cortinas o subiéndose a la cabeza de las personas, como suelen hacer los gatitos insolentes.

Tenía los ojos verdes y hambre. Se notaba en su actitud canina, nos seguía como perrito faldero buscando nuestra atención y nuestra comida. Pero no bastaba con darle de comer, todos los que le dimos, pan, concentrado, galletas y demás, comprobamos que maullaba lastimeramente si no lo acompañábamos mientras comía. Ronroneaba cuando le acariciábamos la cabeza mientras metía el hocico en la bolsita de “wiskas”.

Los muchachos comenzaron a traerle el concentrado de sus mascotas, no diferenciaba entre el de perro o gato y los comía con mucha abstracción. Cuando no venía nadie a alimentarlo yo lo veía trepando a los árboles o buscando mariposas en los corredores de la universidad.

Era un gato que no era mío, pero me caía bien. Me gustaba su expresión seria y me gustaba que supiera caminar a mi lado sin tropezarse con mis píes. No era agresivo y nunca vi sus garras. Tenía el don de la ubicuidad porque cuando se perdía por mas de dos días la gente me decía que lo había visto en la entrada norte y al tiempo otra persona me informaba que no, que lo había visto al sur. Corrió el rumor de que había dos gatos gemelos pero no, era el mismo gato con hambre que nos visitó todos los días durante dos meses.


Llegaron las vacaciones de los muchachos y el gato tuvo menos comida. Lo veíamos menos y una secretaría quiso llevarlo consigo a casa: un gato para su hijo. Nos alegró la adopción, aunque implicara no volver a verlo alegrando los pasillos con su belleza. Al día siguiente la secretaria lo regresó por maleducado. Él intentó marcar su territorio en unas camisas recién planchadas y allí terminó, de modo unilateral, como había comenzado, la adopción y la domesticación. En el fondo me alegró volver a verlo.

Dos semanas antes de que saliéramos a vacaciones y la universidad quedara desierta Michin, como yo lo había bautizado, desapareció. No sabremos nunca si fue adoptado o murió bajo las llantas de algún motociclista, los gatos tienen tantos amigos como enemigos. Hoy lo extraño, porque cuando yo llegaba de almorzar lo encontraba así, como está en la foto, triste, esperando, sentado en el sofá en el que aún hay pelos suyos. Aguardando la comida que le traíamos, la mano que le acariciara el lomo y lo hiciera sentir mamífero y por tanto amado y amoroso.

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