miércoles, 24 de marzo de 2010

El peso de los libros


El peso de los libros.

En menos de tres meses dos amigos me han dicho que van a regalar sus bibliotecas porque los libros pesan mucho a la hora de hacer un trasteo. Entiendo la mirada práctica de sus consideraciones, pero me niego a que este sea un motivo para abandonar los libros que nos acompañan desde niños. Sobre todo, porque mis dos amigos son padres y hace mucho tiempo, y gracias a mi abuelo, comprendí que los libros de nuestra biblioteca no son nuestros sino de nuestra descendencia.

No tengo hijos pero sé que el amor por los libros y por la lectura lo transmiten los padres y sí, es una transmisión porque se da desde el modelo, el ejemplo que el niño ve cuando ve a sus padres leyendo, cuando comienza a preguntarse qué tienen los libros que llama tanto la atención de los que leen.

Cuando mi sobrina Clara Marcela era pequeña jugaba a leer. Tenía dos años y se acostaba en el piso con un libro al frente y pasaba las páginas mirando los dibujos. A veces se ponía las gafas de plástico y cruzaba la pierna y leía. Esto lo hacía porque nos veía a su mamá y a mí leyendo todo el tiempo y disfrutando con la lectura porque las dos somos de las que se ríen a carcajadas con lo que encontramos en los libros. Hoy, más de veinte años después, Clara Marcela ha comenzado a apropiarse de la biblioteca de su madre y ha decidido que todo libro que ella lea de la biblioteca de Clarita, pasará inmediatamente a ser de su propiedad. Ella no lo sabe, pero desde que nació esa biblioteca es suya, es su mejor herencia.

Una de las grandes pérdidas de este momento es el tiempo que los padres comparten con los hijos. Antes, en el mundo con menos pantallas, pero con pantallas, había televisión para ver en familia y todos nos reuníamos a ver y a reírnos frente a algunos programas. No soy enemiga de la televisión pero si de que sea la única fuente de entretenimiento. Muchas veces los padres se preocupan porque los niños lean pero no les enseñan con su ejemplo, ellos no leen y ven mucha televisión y los niños aprenden a que así se divierten los padres.

Y es que el asunto es de diversión, de placer, de ocio. Eso se enseña y “los educadores del ocio” son los padres o los cuidadores primarios (abuelos, tíos etc) pues es con ellos con quienes el niño pasa el tiempo libre en sus primeros años. Un niño aprende a divertirse como sus padres se divierten. De ahí que su tiempo libre sea una radiografía de lo que los adultos cercanos hacen cuando no trabajan.

El tiempo libre es crucial para la formación de los seres humanos. Básicamente porque es en él que los individuos eligen y se auto disciplinan o se auto construyen. Si un niño aprende a leer, caminar al aire libre, contemplar la naturaleza, viajar a lugares diferentes , explorar nuevos alimentos y nuevas costumbres, pasar un fin de semana sin televisión ni computador, ver dónde y cómo nace un riachuelo, tomar fotografías, ayudar en alguna labor de cocina o de jardinería, ir a un museo, entre otros , ese niño tendrá más opciones para saber qué realmente le apasiona y las pasiones se convierten en un eje del desarrollo de la personalidad, de lo esencial de ser.

El gusto y el placer determinan las acciones de un sujeto y son la clave para que, en el caso de la lectura, un lector acceda al mundo del conocimiento. Es un hecho que a los muchachos que les gusta leer les va mejor en sus estudios. No es para menos, ellos estudian, o sea leen, sin el peso de la obligación y tienen mas entrenamiento para saber dónde está la información importante, además han desarrollado más habilidades como predecir los textos, hacerse preguntas, relacionar con otras lecturas, buscar en diccionarios lo que no entienden, entre otras cosas.

Por eso, amigos míos, no donen sus bibliotecas. Si tienen hijos enséñenlos a leer por placer. Les aseguro que ningún profesor puede reemplazarlos a ustedes porque ustedes enseñan con el amor y con la risa y el juego. Los niños valoran mucho cuando un padre les dedica tiempo, ellos saben que eso es realmente el afecto.

Martha Fajardo Valbuena

2 comentarios:

  1. Está muy chévere tu entrada. De alguna manera recordé aquella bella (aunque un poquito cruel) película de hace ya algunos años, "Matilda". Se que es una excepción a lo que dices porque ¡Vaya que Matilda no aprendió a amar la lectura por su familia, que sólo la animaban a ver programas estúpidos en la televisión!, pero la recordé porque Matilda se transforma con los libros, aprende a definirse como una persona que tiene gustos, pensamientos (y poderes mentales) especiales, que sólo por medio de la lectura pudo descubrir, y puede así saber que tiene derechos que debe hacer valer (como cuando le hizo frente a esa directora monstruosa), y que puede formar lazos afectivos con personas tan valiosas como su profe, la señorita Honey, que en ese caso sería como esa familia que le da amor y alimenta aun más su amor a los libros, porque a veces un profesor, sin saberlo, puede darle a los niños esa enseñanza con el amor y el cariño que en el hogar muchas veces es escaso o prácticamente nulo.

    Y bueno, yo aun no tengo hijos, y a veces regalo trocitos de mi biblioteca, aunque me gusta pensar que al hacer eso estoy generando amantes de los libros :)

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  2. Bonito y verdadero artículo. Lo copio en mi facebook. Saludos,

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