jueves, 6 de enero de 2011

Pesadilla de cuatro ruedas




Este fin de año escuché muchos propósitos, sueños, aspiraciones, balances y hasta confesiones. De todas ellas me llamó la atención que muchos de mis más cercanos y queridos amigos y familiares tienen la aspiración de comprar un automóvil.

He sido profesora de Ecología muchos años. He estudiado juiciosamente los informes sobre calentamiento global, sobre el desorden en el ciclo del carbono y en el ciclo del agua, entiendo qué produce y cómo se produce el efecto invernadero y he escrito sobre las consecuencias políticas y económicas de este desorden y , sin embargo,a pesar de que en mi país hay una cátedra obligatoria de Ecología que toca estos temas, veo todos los días a personas comprando automóviles que se mueven con combustibles fósiles que emiten CO2 y que son ,entre otros, los directos responsables del caos climático.

Imagino que lo primero que han hecho mis estudiantes universitarios una vez graduados es comprar un automóvil, hasta mi más querido profesor de Ecología tiene un automóvil y fue él quien me enseñó lo que se del tema.

Ser consecuente y utilizar el transporte público o los transportes alternativos implica un sacrificio y una incomodidad. Entender que el planeta está agotado, que las condiciones para la vida humana empeoran y que cada día perdemos más de nuestra “mega casa” es incómodo e implica cuestionarnos acerca de lo que nosotros hacemos. Es muy fácil decir que son sólo la industria y el primer mundo quienes tienen la responsabilidad de disminuir las emisiones de CO2. Los civiles no firmamos el protocolo de Kioto, pero algo hay que hacer.

Me pregunto y nos pregunto cuánto plástico, cuánto elemento inútil hay en nuestras casas, en nuestra vida, Cómo elegimos lo que consumimos, cómo alentamos a la industria con nuestro estilo de vida y con nuestras costumbres de consumo a que continúen produciendo embalajes, plásticos innecesarios, automóviles contaminadores, electrodomésticos de alto consumo de energía.

Que sea un propósito para este año 2011 comprender al menos cómo nuestras conductas cotidianas contribuyen al calentamiento global. No somos las víctimas, somos muy responsables de lo que está pasando.

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