jueves, 2 de febrero de 2012

La justicia del palacio: A propósito de la necesidad de establecer responsables


1.Ejercicio de inmersión
Imagínese que usted, un día cualquiera, sale de su casa con el objetivo de encontrarse con un familiar, un primo, una prima, un tío. Se han puesto una cita en un edificio gubernamental porque su familiar trabaja allí y usted es quien necesita el favor. Usted llega puntual a su encuentro y su familiar le invita a recorrer el edificio y a tomar algo en la cafetería. A los pocos segundos de sentarse a la mesa ustedes escuchan un estruendo, muchos estruendos y descubren que alguien o algo está disparando dentro del edificio. Todo es confuso. De repente, en la puerta de la cafetería ven hombres encapuchados y armados que les gritan, los toman del brazo, los arrastran escaleras arriba. Usted mira a su tío, primo, prima, camina a tropezones, quiere vomitar, no sabe qué pasa pero sabe que esos uniformados no son militares, son otra cosa. Usted es rehén y algo le dice que allá afuera está el ejercito, los policías, los uniformados militares que pronto vendrán a rescatarlo. Al menos, eso es lo que usted ha visto en la televisión. Su vida es importante, respetable y,en teoría, el ejercito de su país está comprometido a resguardarla.

Por un momento, los disparos cesan y usted ahora es parte de un grupo compacto y bien diferenciado. El grupo es alojado en una oficina y allí hay encapuchados que les gritan y les piden que obedezcan, prometen que no les va a pasar nada, se identifican como un grupo rebelde. Un grupo con antecedentes  ,acostumbrado a utilizar las vidas para conseguir sus objetivos. Digamos que usted es estudiante  y que conoce el DIH, es decir, el derecho internacional humanitario; por tanto, usted sabe que como civil y como rehén tiene unos derechos y que existen unos protocolos que su ejercito y su gobierno deben cumplir. Usted imagina que el cabecilla del grupo y algún delegado del gobierno ya habrán comenzado las comunicaciones y que habrá negociaciones. Usted respira y piensa en su familia allá afuera, en su familiar que está estático. Valora el grupo. Allí parece haber gente importante, jefes, superjefes y gente común, meseros, aseadoras, estudiantes.
A los minutos el estruendo se reanuda, desde afuera hay disparos, en la siguiente hora usted descubrirá que su ejercito no negocia, que dispara con cañones, tanques, metralletas, granadas, bombas y sin tener en cuenta la ubicación de los rehenes. El edifico se incendia, la gente sangra, hay heridos y muertos; usted mismo no sabe si está bien y cree volverse loco con la pregunta: ¿por qué, por qué no negocian, acaso no saben que estamos aquí, que estamos vivos? .El único ruego que repite en su cabeza es ¡No disparen, por favor, no disparen¡
Digamos que con el paso de las horas usted logra evadirse por un corredor y que saltando sobre los cadáveres de la escalera llega a un hueco, un boquete abierto por los cañones del ejercito y que por allí se desliza. Siente que unas manos le ayudan a salir y no puede de la dicha porque ve a un oficial del ejercito, casi que quiere abrazarlo, agradecerle la ayuda. Pero de repente siente que esas manos no lo sueltan, que lo aprietan mientras lo llevan a un edificio cercano. Tal vez sea un protocolo de seguridad, piensa usted. Sin embargo, una vez dentro del edificio  es empujado y a gritos se le pide su nombre, su cédula, su dirección, usted titubea y recibe patadas como respuesta. Lo obligan a arrodillarse y  llorando les dice que usted es civil, que vino a visitar a su familiar, que tenía una ficha de visitante pero que no sabe dónde está, que su cédula se quedó en la entrada.
Los hombres del ejercito son difíciles de convencer, han sido entrenados para no dejarse llevar por engaños. Tienen además instrucciones precisas de interrogar a todos aquellos que salen del edificio, para ellos todos son cómplices. Cuando usted salió recuerda haberle pedido al soldado un minuto para llamar a su familia para decirles que está bien. Pero nadie ha escrito sus datos, nadie tiene una lista, nadie permite llamar. Simplemente los tienen aislados a usted y a muchos de los que salieron, en la esquina del salón donde está ve como golpean a un hombre con la culata de un arma. Ese hombre se parece mucho al que tomó su pedido en la cafetería: un civil como usted…
Vamos a dejar los puntos suspensivos pero podríamos seguir fabulando y pensar que a usted lo trasladan con los ojos vendados a otro lugar y que allí le aplican tortura para que confiese cual es su nombre subversivo y qué cargo ocupa en la organización, o que lo golpean un rato y cuando comprueban sus datos lo dejan ir pero lo persiguen por años para que no rebele que le pegaron, o lo llevan a un lugar le disparan y luego introducen de nuevo su cadáver en el edificio y lo hacen pasar como rebelde, o, simplemente lo matan y lo entierran como n.n. o sea, lo desaparecen.
2. Si usted es civil
El derecho internacional humanitario existe porque las guerras inventadas en el siglo XX fueron atroces y llegaron a limites impresionantes, miles y millones de mutilados, muertos, enfermos de por vida, literalmente enloquecidos con lo que  vieron sus ojos. Después de las bombas atómicas, los bombardeos, los campos de concentración, los exterminios masivos, de las violaciones y  excesos hubo necesidad de poner limites. “hasta la guerra tiene limites” fue la consigna.
Como civil no puedo dejar pasar los acontecimientos de hace 25 años con respecto a un evento que marca un momento doloroso del trato a rehenes en nuestro país: La retoma del palacio de justicia. Si bien es execrable la toma y en algún momento debe revisarse el tema para exigir saber, para tener la verdad completa, no es menos censurable el modo en el que el ejercito, la presidencia de Belisario Betancourt, la cúpula militar de ese momento y el gobierno entero manejaron esta situación, sobrepasando todo protocolo, poniendo por encima del derecho a la vida, intereses de otra índole.
Cuando los civiles escogemos a nuestros gobernantes les damos a ellos la investidura para manejar el país y la responsabilidad sobre las decisiones y lo que se derive de estas.
Escogemos a un gobernante porque creemos que él podrá administrar nuestros intereses, porque trabajará para nuestro bien como sociedad, porque responderá por nosotros y tomará las decisiones mas adecuadas para nuestro bienestar. Pero si el gobernante se equivoca, si actua conforme a intereses que no son los del bien común él debe responder. Debe ser reconvenido pues no ha cumplido con su deber y, en casos tan específicos como el del palacio de justicia, su actuar ha causado la muerte de personas inocentes, la desaparición y  tortura  y el engaño a un país entero.
No me importa la pena que le asignen a los acusados, bien podrían ponerlos a barrer el Parque Nacional. Lo que me importa es que quede constancia de que el gobierno, la cúpula militar y los mandos medios se equivocaron, que actuaron por intereses diferentes a los de salvaguardar nuestra vida y honra representada en los civiles que allí murieron y/ o desaparecieron.
Condenar a un militar como Plazas Vega no es suficiente. Y, en ningún momento, “desmoraliza a la tropa” como dice la esposa de Plazas. Al contrario. El mejor ejército sería aquel que trabaje por los intereses de la sociedad y por defender sus derechos y para eso se necesita, no solo, la legitimidad sino la honorabilidad de saber que se cumple con una ley. La mayoría de soldados que sufre de síndrome traumático lo hace una vez encuentra que sus acciones no tiene sentido y no son correctas, que los valores que defiende se diluyen y ya no hay diferencia entre él y el enemigo. En el evento de la toma y la retoma del palacio de justicia no hubo diferencia entre la crueldad de los dos bandos, A ninguno de ellos le importaron los civiles. Este fue un ataque contra cada uno de nosotros y un mensaje claro: quienes tienen las armas pueden hacer con nosotros lo que quieran, los ciudadanos no tenemos importancia, nuestras vidas no son la prioridad.
Insistir en que haya justicia y se devele a los culpables en la retoma es enviar un mensaje a los que pretenden gobernarnos: somos una sociedad sin armas, pacífica, pero no estamos dispuestos a permitir  que nos conviertan en fiambre de sus pasiones. No querremos jamás a un gobierno que deje de lado nuestro legitimo derecho a ser respetados y protegidos.

3 comentarios:

  1. Maestra, como es costumbre tus líneas tocan fibras muy sensibles en mí, pero hoy las ha tocado de una manera especial, quizá por el amor a mi profesión o porque la cotidianidad de este convulsionado país no ha logrado volverme del todo insensible, con muchas afirmaciones no estoy de acuerdo, sobre todo con aquellas superlativas de una actividad en mi concepto baja y ruin como es la actividad militar, pero en esencia, creo que la nación ajena a las decisiones de unos y otros merece conocer la verdad, entre otras razones para no volver a repetirla, yo no sé si sea bueno ver a Belisauro como se vio a Pinochet entrando a un juicio acompañado de enfermeras y edecanes que lo ayuden a dar sus últimos pasos, pero indiscutiblemente el primer paso hacia la justicia es la verdad, verdad que tiene oculta Betancourt en un libro que tiene un notario con expresas instrucciones de ser publicado a su fallecimiento, 25 años han pasado en los que se le arrebato la DIGNIDAD a muchos compatriotas, 25 años después de la muerte de la memoria jurídica de un país, lo mejor que le pudo pasar a la “moral de la ropa” es la condena de uno de sus integrantes, el mensaje es claro ellos están para proteger a los civiles en su VIDA, HONRA, BIENES Y DEMAS DERECHOS Y LIBERTADES y no para atender y complacer caprichos de sus superiores, deseo que la tropa entienda el mensaje y su “moral” se eleve para que sus acciones en realidad se tornen morales, ojala esto suceda, pero las posibilidades de que ocurra son muy pocas por que desafortunadamente los miembros de las fuerzas militares no piensan sino que obedecen. No podemos desfallecer en la búsqueda de la justicia a ver si algún día logramos siquiera obtener la verdad.
    PD: que no se entienda en mis líneas que estoy proponiendo la pena de muerte para don Belisauro, solo que publique sus memorias antes de que sean “in memoriam".

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  2. Me uno al comentario de cómo logras afectarnos con tus palabras, porque son palabras que las queremos también decir y que se convierten en esa fuerza que no quiere simular, ni ocultar, ni olvidar, ni callar. Con tu discurso nos pones no solo en los zapatos del otro, sino en esa necesaria alteridad de poder descentrarme de mi yo para entender el sufrimiento del otro. Esta es una reflexión frente a nuestro sentido ético humano y educativo. Nosotros como maestros en nuestro diálogo con los estudiantes requerimos hacer esa comprensión del pasado para dar esa posibilidad de que aprendamos y sobre todo nos afectemos con lo que hemos hecho. Pensar la educación incluye pensar estos hechos de atrocidad humana para que acciones como las del palacio de justicia no se repitan.

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  3. Pues por mi que no hubiera ejercitos,pero que si los hay al menos esten fiscalizados y tengan siempre que rendir cuentas al constituyente primario al igual que los gobernantes.De eso se trata el concepto de servidor público.

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