martes, 8 de junio de 2010

Razón y emoción: Un asunto para la reflexión pedagógica




Razón y emoción: Un asunto para la reflexión pedagógica
Comentario a raíz de la película “la ola” de Dennos Gansel

El sueño de todo maestro es lograr una verdadera empatía con sus estudiantes. Nos gustaría entrar al aula y encontrar a muchachos entusiasmados con el conocimiento, dispuestos a aprender y enfocados en las discusiones. Entregados al tema de clase aún por fuera del salón, participativos, que hagan más de lo que se les pide. Sin embargo, la película “la ola” me ha permitido reflexionar sobre este asunto del entusiasmo y la “motivación” en las aulas y sobre la importancia de no perder el norte pedagógico en los “proyectos de aula”.

La película recrea un experimento sobre cómo se podría generar una estructura fascista en un aula de clase a partir del esquema de poder y disciplina y está basada en una propuesta llevada a cabo por el profesor Rainer Wenger en 1967 denominada “la tercera ola”. En la cinta un grupo de muchachos que asiste a un seminario de una semana, creea un grupo llamado “la ola”, genera estructuras de poder y termina propiciando el uso de armas y de propaganda y lógica fascista hasta el punto de que dos de sus miembros pierden el control, uno de ellos termina herido y el otro se suicida

En la película, cuya historia dura una semana, los espectadores podemos ver de qué modo un profesor carismático y con necesidad de figurar y ser apreciado pone en marcha un proyecto vivencial en el que prima lo emotivo sobre lo reflexivo. Me centraré aquí en la figura del maestro y en reflexionar sobre la emotividad manejada en el aula. Aunque la película permite múltiples reflexiones.

Hace ya algunas décadas el fenómeno de “efectismo” cobra peso en las aulas de todo el mundo. Los profesores están muy preocupados por agradar a sus estudiantes, por hacer “clases dinámicas y participativas” en las que los estudiantes no se aburran ni se incomoden con conceptos o teorización. En este sentido, se han tomado estructuras motivacionales, teorías lúdicas mal aplicadas y poco reflexionadas y ,sobre todo, se ha asumido como único indicador de éxito el agrado o desagrado de los estudiantes en la clase.

En “la ola” podemos ver cómo el profesor logra el entusiasmo en el proyecto de aula a través de generar participación de sus estudiantes y reconocimiento. Lo primero que hace es instalar su poder y figura con un trato distinto: De ahora en adelante los estudiantes se referirán a él con respeto y cuando quieran hablar tendrán que ponerse de píe. Instalar la disciplina entrega a los estudiantes, primero como juego y luego como forma de vida, la idea de organización y de comunidad, de unidad. Todos los estudiantes pueden participar y ser reconocidos y se generan empatías que eliminan las diferencias. Esto, además de de ser agradable, sería deseable en los entornos diversos. Sin embargo, todo el proyecto se vive desde el entusiasmo y la ausencia de la reflexión genera que el lema "fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo", se desborde hasta el caos.

El profesor pleno por el entusiasmo de sus estudiantes pierde el norte. Cree que los estudiantes poseen su misma capacidad reflexiva, producto de la experiencia y la formación teórica. Los padres y las directivas están felices porque ven a los muchachos, por fin, entregados a una “causa escolar”.Pero esta entrega es sólo producto del cúmulo de emociones que genera en un grupo de adolescentes ser reconocidos, sentirse parte de un grupo que los acoge y protege y para el que son significativos. Sólo al final el profesor pide a los estudiantes una pequeña reflexión escrita sobre su experiencia. Pero no entrega un contexto ni analiza las ordenes ni las dinámicas que los muchachos están experimentando. La ausencia de reflexión, análisis, contextualización y de proyecto pedagógico genera que todo se centre exclusivamente en la figura del profesor y luego del grupo.

Cuántas veces hemos salido satisfechos de nuestra clase porque nuestros estudiantes se divirtieron, porque la clase fue animada, porque nadie se “durmió”. El efectismo es un asunto contra el que debemos luchar. Si bien no se trata de que nuestros estudiantes se mueran del tedio, tampoco el aula es un circo y las clases no se miden por aplausos. Los mejores profesores no necesariamente son los más populares, tal vez si, los mas respetados, en el sentido roussoniano del respeto “te respeto porque me demuestras que sabes y quieres enseñarme”. Aprender requiere de esfuerzo, esa es la palabra que implica que el conocimiento sea agridulce pues no se presenta siempre fácil ante nosotros. El profesor, es un mediador entre el estudiante y el conocimiento y por tanto debe saber tanto de uno como de otros.

Veo la última imagen de la película; El rostro de un maestro aterrado por lo que acaba de presenciar, porque eso que él creía que era enseñar se salió de curso. Pienso en ese profesor que quería ser reconocido como el mejor, el más querido, el más respetado, el que triunfa aún por encima de los conceptos de democracia y libre pensamiento; sometiendo a sus estudiantes a una disciplina irreflexiva a una obediencia ciega. Creo que las perspectivas lúdicas y motivacionales son importantes para la docencia, pero también creo que sin un transfondo pedagógico serio y racional la actividad en el aula pierde el sentido.


La ola. Die Welle

2008. Alemania. 108 min.

Dirección: Dennis Gansel

Guión: Dennis Gansel y Peter Thorwart; basado en el relato corto de William Ron Jones y en la obra de Johnny Dawkins y Ron Birnbach.

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